HISTORIAS CON EL CANCER

Cuidado de heridas en carne propia

Estudie cuidado de heridas para ayudar a los demás, porque era bonito ver como la piel sanaba y luego de meses de esfuerzo se recuperaba tejido, aunque quedara una cicatriz se veía un cambio positivo por la regeneración del tejido.

Siempre le tuve respeto a las heridas oncológicas porque uno sabe que esas no sanan. Que son la forma del cáncer comerse la piel, y desfigurar. Nunca me imaginé que la piel muerta que tuviera que remover de un sarcoma de Kaposi sería la de mi progenitora.

Y mi cerebro me dice que sabe lo que hay que hacer, limpiar la herida, control del exudado, retirar el tejido que se desprende cuando las pápulas revientan, contener daño y proteger la piel circundante, sobre todo evitar la sobreinfección. Pero… que hago con el temblor en las piernas, las ganas de llorar, el nudo en el estómago y la voz quebrada cuando veo esas heridas. Me duele como si fuera mi propio pellejo el que estuviera retirando, y desearía que fuera mi piel la que quedara en carne viva y poner los apósitos o las cremas, porque sé que mi piel aún puede cicatrizar, aún tiene la capacidad de sanar porque no está enferma.

Agradezco ser enfermera profesional y haber recibido un entrenamiento que me permite dar cuidados a los seres que quiero, pero cuando es dolor del alma y dolor emocional lo que acompaña el cuidado y la asistencia, te cuestionas si preferirías la ignorancia.

Todo había sido llevadero, los intravenosos, el baño en cama, los cuidados de piel para prevención de ulceras, el trasnocho, y todo lo demás asociado al cuidado de un paciente en este estado… Pero cuando tuve que limpiar sus heridas y ver su epitelio expuesto, siendo consiente del dolor que eso representa… se me arrugo el corazón… ya no fui capaz de aislarme bajo el rol de enfermera. Es tan duro cuando la herida oncológica que cuida es piel parte de tu propia piel, el 50% de mi epitelio y tejido conjuntivo está conectado con ella y es mi propio pellejo es que se está cayendo.

Pero sabes que el amor y el cuidado, prevalecen por encima de todo. Si logras transformarlo en medicina o sanación paliativa atreves de tus manos, de usar tus mejores conocimientos como enfermera para tus propios, ellos serán recompensados con un mejor cuidado, al menos con un cuidado amoroso.

Cuando logras traspasar el dolor de tus propios sentimientos, de tu propia perdida y de tu propio duelo, despegarte de tu dolor como hija y regresar a la enfocarse en la función esencial de la enfermería que es propender por el bienestar y condiciones favorables para la convalecencia o recuperación del paciente, de la forma más amorosa te mantienes y continúas haciendo tu mejor esfuerzo. Sin llorar, sin quebrarte, sin caerte y manteniéndote firme de pie en tus dos piernas con serenidad enfocada en la tarea del cuidado de la herida que estas tratando.